Reflexiones sobre la forma de vivir y el entorno de un mediador amante de la cultura de La Paz.
Por Alfonzo Torrega.
La frase “Bienvenido a mi vida” evoca definitivamente a transmitir al escucha, al que se queda pasmado bajo el influjo de la admiración de la vida del otro que estamos orgullosos de donde estamos. ¿Cuántas veces gustaríamos de responder ante un acto de alabanza, “bienvenido a mi vida”?
En cierta medida como un acto egocéntrico, aunque también en cierta medida en un reconocimiento para mencionar que el camino de venida no ha sido nada fácil, y que lo que están viendo es fruto del esfuerzo de muchos días.
Esta filosofía, por ejemplo, podemos encontrarla en la autora Julia Cameron en su libro El camino de la Escritura, Herramientas creativas para el arte de escribir. Cuando las personas se llenan de júbilo al leer cada una de sus líneas de sus “más vendidos”, y le hacen referencia bajo el arranque de una frase “Yo no podría….” Es entonces cuando rescata en la constante de admiración, que lo que admiran es resultado de un hábito de muchos años, a lo que ella llama la cuota diaria, en referencia a la cuota diaria de páginas por escribir (entre 2-3 páginas matutinas).
Por eso cuando un mediador goza de la referencia “Bienvenido a mi vida” definitivamente es porque ha recorrido un sin fin de sitios para llegar a dónde está.
El primer escalón que tuvo que subir el mediador fue el de la aprobación, en este caso, mi vida como mediador y amante de la cultura de La Paz se influyó del “¿qué dirán?” , ya en una ocasión al intentar ser músico dejé que se apagaran mis emociones bajo dicha incógnita, aquellos días de iniciación en la cultura de La Paz tenían que ser diferentes.
La primer respuesta (digo respuesta porque quién pregunta ¿por qué dedicarse a la cultura de La Paz? regularmente piensa más en su respuesta de vida que en la misma pregunta que hace a un mediador) va acompañada de desencajo y muchas veces de un “te vas a morir de hambre”. Hoy después de 10 años gracias a que mi respuesta a seguir en el camino de la cultura de La Paz puedo señalar que he vivido (sufrido también) muchos cambios.
La cultura de paz se presenta en un sinfín de caminos, en mi caso, en el camino de la alimentación (dieta basada en plantas), en evitar la crueldad animal, en la des-materialización del día a día (minimalismo), y claro, en amar a mi prójimo (esta regla suprema que si bien aprendí en mi vida y transitar por la religión católica, hoy alejado de dicha religión, entendí que aplica más allá de cualquier credo).
Entonces, cuando alguien se apropia del camino, sugiriendo más cosas que nublan el camino de paz, me es difícil entenderlo; sin embargo, la misma cultura de paz, me hace posible la empatía y el respeto al otro. El engaño impuesto por la sociedad imprime la necesidad de querer cambiar al otro bajo técnicas de acondicionamiento masivo, la pacificación en ocasiones no goza de dichas herramientas, la pacificación requiere mucho espíritu y poca materia.
Tal vez esta sea la razón por la que nuestro número de mediadores en Jalisco han disminuido recientemente hasta en un 50%, y esto es porque se alerta primero de riqueza material detrás de la de ser mediador (ahora que pareciera ya es moda ser pacifista), antes que alertar que el primer deseo que debe encenderse es el espíritu de cambio y transformación (no social, transformación personal).
El cambio que conlleva transformación interior es primordial, ser capaz de dejar mucho del pasado para avanzar hacia lugares desconocidos. Cuando el mediador se imprime de espíritu y no de materia, definitivamente triunfa.
Cuando entonces, 10 años después de emprender mi camino, me miran y dicen eres un gran mediador, les puedo contestar “Bienvenido a mi vida” (sin ego, y con ánimo de transformar la vida de mi prójimo abogado, para que emprenda conmigo el camino otros 10 años más, y otros 10 y otros 10…)
Si tu eres un apasionado de los temas de paz, deberías intentar este camino, la promesa está en la transformación o hasta cierto punto la metamorfosis personal.