Reflexión de cómo la visualización del matrimonio como una empresa-sociedad, resulta en un buen entrenamiento para sufrir menos las finanzas post-divorcio, sea o no, de mutuo acuerdo.
Por Alfonzo Torrega.
Divorciarse es cada vez más sencillo. Los Derechos Humanos (DDHH) y la marcada independencia de la forma de legislar de los dogmas religiosos, vinieron a cambiar la manera de ver al matrimonio, donde ahora, la libertad de cada individuo para desarrollarse, supera hoy en día cualquier atadura marital.
Hoy basta desear (visto como eso que queremos, pero nos privamos por una u otra razón) el divorcio, pedirlo a un juez y que se reciba a cambio una sentencia de divorcio (a esto llamamos divorcio incausado o sin causa, antes gustaba de denominarle como divorcio exprés). Se consolida, entonces, una vía rápida para terminar con el matrimonio; no obstante, de lo que no se habla comúnmente, es de las realidades financieras que debieran tomarse en consideración si es que decide divorciarse.
Es aquí donde inicia esta loca idea de tener un entrenamiento, una etapa preparativa, un prueba-error, para que los divorcios no acaben con las finanzas de los individuos que en alguna ocasión apostaron en la unión.
Antes de divorciarse, ya sea su familia o su asesor legal, debiera recordarle al cónyuge, que el matrimonio era una empresa, en la cual decidió asociarse con el otro. Donde además formaron una sociedad, que de manera formal, implícita o simplemente por roles impuestos socialmente, a alguno le tocó ser el socio capitalista (el proveedor) y a otro el socio industrial (el trabajador – muchas ocasiones no remunerado bajo la promesa de apropiarse de los frutos del negocio cuando éste sea redituable), o en algunos casos, ambos socios con el rol dual capitalista-industrial; si con esto empezarán los divorcios, otra cosa sería.
Entonces si, es más sencillo mirar las finanzas de la empresa-sociedad llamada matrimonio, donde desde su origen se tiene un convenio (implícito) de confidencialidad y no competencia (no ser infieles, no tener dos o tres empresas del mismo giro, o mejor dicho no tener dos o tres familias); donde todo lo que se produce es de ambas partes, o por lo menos fruto de la suma de ambos esfuerzos; y además donde la empresa pudo haber crecido en el transcurso de los años (hijos- biológicos o adoptivos); y entonces en consecuencia siempre, siempre, estar preparados financieramente para el divorcio (no con un afán fatalista sino con la visión de prevenir divorcios que inicien en la beligerancia financiera).
Una forma en que las finanzas pueden prepararse para el divorcio, es la fórmula de crecer bajo el dogma: aprender a necesitar menos. Con regularidad en los procesos de divorcio que se llevan ante un juez o centros de justicia alternativa, las partes difícilmente pueden entender que el divorcio implica, que de la empresa (matrimonio) que crearon, en una visión mercantilista, debieran (con una visión de justicia) llevarse el 50/50 cada una de las partes al haber aportado de distintas maneras para el éxito o destrucción de la empresa; y esa fórmula regularmente implica entender que al final habrá que retirar lo mucho, poco o nada que pudieron generar.
Por otro lado, los nuevos socios que se integraron a la empresa marital (los hijos) también estarán deseosos de llevarse su parte, pues también ayudaron (por lo menos a ser motor emocional de la empresa o al menos eso nos ha enseñado la sociedad) a generar riqueza (emocional o material) dentro de la sociedad.
Ver a los hijos como nuevos socios, ayuda a prepararse financieramente para un divorcio, pues entonces es permisible visualizarlos como potenciales socios de empresas filiales (después del divorcio), cuya duración de la nueva empresa filial, no la dan propiamente los socios, sino la ley, al fijarles derechos hasta la mayoría de edad y en algunos casos hasta que la muerte los separe (entiéndase al padre-madre proveedor en su visión de pensión alimentaria a sus hijos).
En ese momento, se visualiza uno de los peores miedos empresariales, que un socio se apropie del control de tu empresa, que gane sin siquiera haber construido un solo de sus cimientos (visión desde perspectiva de los socios que aportan sin ganar). Esta visión de entrenamiento para el divorcio, permitiría entender, que la decisión de tener hijos-socios no debe tomarse a la ligera, pues serán los futuros dueños de la empresa en caso que las cosas entre los socios fundadores (cónyuges) no funcionen.
Visibilizar los esfuerzos y ponerles precio para valorar al socio industrial (cónyuge con trabajo no remunerado) es una manera sana de prepararse financieramente para el divorcio. La normalización e invisibilización del trabajo en el hogar, no permite dimensionar la equivalencia en riqueza que se aporta a la empresa marital.
El socio industrial regularmente padece el síndrome del “mal del administrador”, donde solo recibe quejas de lo que se hace mal, pero poco se le aplaude lo que se hace bien, porque lo que se hace bien se visualiza como parte de su trabajo, y es raro que a alguien le aplaudan por hacer bien su trabajo, si para eso se le contrató.
Por ello, en base a la realidad financiera de los socios fundadores en el Matrimonio S.A. de C.V. se debiera poner un salario al trabajo aparentemente no remunerado, de esa forma se permitirá reconocer en el divorcio, a cuánto dinero equivale el tiempo trabajado o cuánto de lo que se hizo ya se pagó. (la referencia a una sociedad mercantil mexicana es para visualizar que probablemente en un futuro inmediato sea más funcional reconocer que las personas se reúnen como socios y no como cónyuges, pues al parecer es más difícil disolver una sociedad mercantil que una sociedad marital).
A la postre, no todo está perdido, siendo que entrenarse financieramente para el divorcio, tendrá con seguridad el efecto contrario, esto es, mantener unidas a las parejas-socios. Si las parejas se entrenan financieramente de esta manera, en definitiva la última opción será el divorcio, la última opción será destrozarse financieramente entre ellos, la última opción será tener dos o tres familias de manera furtiva; y tal vez existirán altas probabilidades de no tomar a la ligera la procreación de hijos-socios.
Disfruten entonces los que han formado lindas empresas, disfruten aquellos que están en crisis societaria, al fin y al cabo para todo hay una solución en la que ambos puedan ser felices financieramente.